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Formas de expresar el estrés (sin darte cuenta)

Existen diferentes formas de expresar el estrés que, sin darte cuenta, te ofrecen pistas sobre cómo estás en ese momento.


El enfado, por ejemplo, es una emoción difícil de esconder y, muchas veces, es una señal obvia de que la persona enfadada está muy estresada. Hay otras emociones más silenciosas y sutiles de expresar ese estrés y que pueden ser más dañinas que el enfado.


Estas expresiones de estrés suelen asociarse a sentirse desbordado, ansioso, culpable, avergonzado y son más difíciles de identificar y expresar. Como cuestan más de reconocer y sus efectos son menos evidentes, socaban nuestro día a día y no nos damos cuenta ¡cuidado!


Los comportamientos resultantes de estas emociones, con el tiempo, perjudican nuestra autoestima, nuestra salud, nuestra confianza y las relaciones con los demás.


¿Cuáles son esas expresiones diferentes del estrés y cómo evitarlas?


Para cambiar estas emociones dañinas, lo primero que tenemos que hacer es darnos cuenta de nuestros patrones de conducta. Esto sería, pasar de ser víctimas de estos patrones a ser testigos objetivos de estos comportamientos, que perpetúan el estrés, para así crear hábitos más sanos. Vamos a ver estas formas sutiles de expresiones de estrés.


Te encierras en ti mismo y te aíslas


Es una estrategia que aplica la gente que siente que quienes la rodean la perturban. Y este encierro les hace creer que pueden regular mejor sus emociones estando solos.


La idea aquí es que la interacción con los otros aumenta el estrés por la presión interna de atender a los demás. O también por la presión externa por tener que ser honestos y vulnerables creyendo que esto es una muestra de debilidad.


No confundir esto con el tomarte tiempo para ti mismo, para descomprimir la presión interna para luego volver al mundo exterior sintiéndote más relajado y en paz. La gente que te rodea no entiende lo que pasa y se preguntan si han hecho algo malo.


Si no les das la oportunidad de ayudarte cuando estás mal podrían sentirse frustrados y esto aumentaría la tensión en tu relación.


Solución: la gente que necesita aislarse para regularse, sería bueno que tuvieran una rutina de espacio y tiempo diaria para no tener que aislarse por exceso de presión.


Te aficionas a “soltar” todo el estrés sobre un amigo


A veces nos sienta bien “soltar o descargar” todo cuando charlamos con un amigo, sobre todo si después nos sentimos mejor. Es una forma de estas acompañados, entendidos y ayuda a procesar lo que sentimos al expresarlo en voz alta.


El problema viene cuando llamamos a nuestro amigo, vamos directos a contar nuestro drama y una vez terminamos no nos interesamos por él. Cuando hacemos esto con frecuencia, quien nos ha escuchado se cansa de ser el cubo donde vomitamos nuestros problemas (seguro que él tendrá los suyos).


Solución: respeta los límites de las otras personas. Cuando llames a un amigo pregúntale si puedes contarle eso que tanto te perturba y si está con ganas o energía para escucharte. Asegúrate de que es una conversación equilibrada donde ambos participan y aportan soluciones. Y por supuesto agradece a tu amigo por escucharte y apoyarte.


Te apoyas demasiado en alguien


Solemos apoyarnos o confiar mucho en una persona en particular. Puede ser un amigo, tu pareja, tus padres, tu hermano. Esta persona te da seguridad y te hace sentir no juzgado o criticado, pero puede que no te de ese buen consejo que estás necesitando.


Al no confiar en otros, por miedo al rechazo, hace que tu conducta se perpetúe. Por otro lado, esta persona de confianza puede sentirse estresada por tener que ayudarte o culpable por no poder hacerlo o frustrada por tener que escuchar tus permanentes dramas. Con el tiempo esto puede dañar tu relación con esta persona tan preciada para ti.


Solución: es importante tener un sistema de apoyo variado y no centrado en una sola persona. Puedes también ir a terapia, donde serás escuchado y acompañado de manera profesional y efectiva.


Eres un solucionador de problemas ajenos


En este caso, recurren a ti todo el tiempo para expresar miedos, enfados y para que ofrezcas soluciones o consejos, más que para ser escuchados. Aquí tu propio estrés es el que hace que no haya una comunicación emocional verdadera.


Solución: imponte a ti mismo una serie de reglas, como por ejemplo hacer dos o tres comentarios centrados en las emociones antes de pasar a solucionarlos. Esto hace que el otro se sienta escuchado y reduce nuestro mal hábito de ir al grano y ofrecer una solución.


Finges que estás bien


La cercanía requiere expresar nuestro lado vulnerable y si finges que estás bien cuando no lo estás, puedes hacer que las personas que te quieren sientan que no confías en ellos.


En la base de esto encontramos creencias distorsionadas sobre la vulnerabilidad. Esto hace que los que te quieren no sepan cómo reaccionar cuando te ven mal y no lo reconoces. No sabrán si reaccionar a lo falso o a lo verdadero. Y esto perjudica las relaciones.


No querer aparentar debilidad o incompetencia ante nuestros problemas es lo que nos lleva a esconder nuestros verdaderos sentimientos. Que lo pienses no quiere decir que sea real.


La gente que te quiere se sentirá bien sabiendo que cuentas con su ayuda y apoyo cuando te encuentras mal. Si se lo preguntaras seguro que te contestarían esto. Si te sigues sintiendo incómodo ante esto y quieres ir aprendiendo a salir de este bucle, pide un pequeño favor, habla de esas pequeñas cosas que te molestan y así paso a paso te acostumbrarás a sentirte cómodo confiando en la gente.


Dices que si a alguien y luego te molestas


La gente a la que le encanta agradar, dice que sí todo el tiempo y se cargan con demasiadas cosas. Decir que sí puede reducir la ansiedad que nos genera decir no, pero a largo plazo es perjudicial porque genera resentimiento, estrés o desbordamiento en el que siempre dice sí.


Por ejemplo, cuando dices que sí a ayudar a un compañero con su parte del trabajo y después reaccionas mal o subiendo el tono de voz cuando tu compañero habla de tu parte. También si le ofreces ayuda a un amigo y después estás con mala cara mientras lo estás ayudando.


Solución: este es un consejo que yo siempre doy a quienes les cuesta decir que no; tómate tu tiempo antes de contestar diciendo algo sencillo como “luego te contesto” y así te das el espacio de tiempo suficiente para pensarte mejor qué vas a decir.


Hazle caso a cómo te sientes, más que a cómo se supone que tienes que comportarte. Sé sincero y honesto contigo mismo, eso muestra el respeto y el amor que sientes hacia ti y hacia los demás. Si esto te cuesta, no dudes en pedir ayuda profesional. Ya sabes mi número y cómo localizarme. Te estaré esperando.


Buen día. Buena vida.


Vero





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