Síndrome de Estocolmo y yo
¿Qué es el síndrome de Estocolmo y qué tiene que ver conmigo?
El origen de este síndrome se remonta a la década de los 70, cuando cuatro trabajadores de un banco en Estocolmo fueron tomados como rehenes en un intento de atraco con violencia. A pesar de haber recibido amenazas contra su vida e integridad, estas personas protegieron al captor ante la policía. Una de las mujeres secuestradas incluso llegó a decir que confiaba plenamente en Jan (el atracador) y que viajaría con él por todo el mundo. A raíz de este incidente, el psiquiatra asesor de la policía sueca, Nils Bejerot, acuñó este término para referirse a la reacción de los rehenes ante su cautiverio.
Este síndrome es una reacción psicológica o, mejor dicho, un sistema de protección usado por la víctima de un secuestro, violación o retención en contra de su voluntad, en el que la víctima desarrolla una relación de complicidad y fuerte vínculo afectivo con quien lo ha dañado o puesto en peligro. Por tanto, tendrá sentimientos positivos hacia el agresor y sentirá ira y miedo contra las personas que sean contrarias a dicho captor/agresor.
La víctima en cuestión se identifica con el agresor, aceptando, comprendiendo y defendiendo la idea o postura de quien la pone en peligro. Lo hace como una manera de defenderse, de que no le pase nada en esa situación de indefensión e impotencia, donde la persona teme por su vida o por su integridad física. Es un mecanismo de defensa totalmente inconsciente donde se dan una serie de distorsiones del pensamiento, como la negación de los hechos, la disociación y la minimización de los daños.
Vaya rollo, y esto «¿qué tiene que ver conmigo?», te preguntarás y a lo mejor tiene mucho que ver contigo y tus amores.
En el contexto de las relaciones amorosas, este fenómeno es bastante frecuente. Lo padecerán más aquellas personas que hayan sido agredidas en su entorno familiar, adultos que siendo niños hayan sufrido abuso psicológico o físico, víctimas de incesto…
Muchas veces cuando se ha tenido padres agresivos que han ejercido violencia verbal o física, la persona que lo padeció tenderá a buscar una pareja agresiva como una manera de reencontrarse con ese padre/madre de su infancia, ya que aún sigue bajo los efectos de esa distorsión del pensamiento que hace que siga queriendo acercarse al ser que le causó daño. De esta forma la persona se encuentra eligiendo el mismo tipo de pareja una y otra vez, sin entender por qué lo hace, ya que sólo consigue sufrir y sentirse anulada. En este caso, quien elige pareja es la niña que lleva dentro (todos tenemos un niño interior herido, no nos olvidemos) que aún sigue herida y anhela el amor de sus padres, pero ese amor habla un lenguaje de violencia, miedo e indefensión.
Lo que acabo de describir es un buen ejemplo de un desorden amoroso. Con terapia se puede reorganizar y adaptar este desorden, para así poder tomar distancia de ese pasado doloroso que sigue presente todavía y elegir a la pareja con la que compartir la vida desde la adulta de hoy.
Si este es tu caso, contacta conmigo y juntas podremos encauzar tu vida amorosa hacia un mayor bienestar y disfrute. No temas, estás a salvo. Te tienes a ti misma.
Vero.
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